domingo, 15 de diciembre de 2013

Una tarde productiva

Te propones ser productiva y aprovechar el día, pero de repente te viene una canción a la cabeza y tienes que escucharla. Tu cerebro no empezará a funcionar hasta que no escuches la dichosa canción. La escuchas. Problema solucionado. Pero entonces quieres más, siempre quieres más. Una canción te lleva a otra y acabas escuchándote la discografía entera de ese artista al que consideras un poeta. Estupendo. El sentimiento de culpa empieza a aparecer. Has hecho de todo menos lo que deberías. Como siempre. Echas la cabeza atrás, tomas aire y decides que ya es hora de ponerte. En un acto reflejo giras la cabeza hacia la derecha, sin mirar nada en concreto. De repente... ¡MALDICIÓN! Ahí están. Un montón de libros que deseas leer. Y que tendrías que haber escondido para evitar la tentación. Sí. Tendrías que haberlo hecho…


Unas páginas, solo voy a leer unas páginas.

Juro que solo han pasado unos minutos y sin embargo… Comencé a leer en la página 25 y he acabado en la 153. Mierda. ¿Qué coño ha pasado? Yo no leo tan deprisa. Será que, en el fondo, no han sido solo unos minutos…


El sentimiento de culpa ha vuelto. Y esta vez con más fuerza. ¡Haaaaala! Me pongo, me pongo. Juro que me pongo. Pero me tengo que tranquilizar, que la culpa no me deja pensar. Voy a hacer algo de provecho pero primero me tengo que relajar. ESCRIBIR. ¡SÍ!, eso siempre me funciona. Un montón de frases me vienen a la cabeza. Sin sentido. Inconexas. Pero, ¿EH? Es divertido. La divagación mental ha entrado en escena. Y no se marcha. No tiene pintas de querer bajar del escenario. Pero esto hay que acompañarlo con música. Sin música la cosa no funciona. Y cuando la música ya no te llena siempre se puede recurrir a grandes versos. Bécquer. ¿Dónde está Bécquer? Como para encontrarlo entre tanto desorden. Es igual, realmente cualquier cosa sirve. “Bilis. Vómitos de tinta” de Luis Bonafoux. ¡Coño! Si esto tenía que leerlo de verdad. Pues vamos a ver. Música, libros, escribir y vuelta a empezar. Maldito círculo vicioso.


Son las 22:30 h. Día perdido. ¿Perdido? Perdido en vicios. “Na, entonces no ha sido perdido” dice una vocecita en mi cabeza. Con cara de pocos amigos me digo que perdido no, pero jo, menuda me espera mañana. Si no giro la cabeza, claro…



Esto de la escritura es acojonante. Se puede escribir sobre cualquier cosa. Hasta de los días en los que no haces prácticamente nada J

sábado, 14 de diciembre de 2013

¿Qué ocurre?

Ocurre que no entiendes. Que ya no entiendes nada. Ocurre que te espero y que yo ya no comprendo. Ocurre que me duele y que no te das ni cuenta. Ocurre que no puedo y que cada noche es un lamento. Ocurre que ahora lloro. Y ocurre que te odio. Ocurre que te veo, sonriendo ahí con ella. Y entonces un quejido se me escapa. Puede que sean celos o el orgullo mal herido. Tal vez sea un lamento por lo que pudo haber sido. Ocurre que algo pasa y no entiendo qué es. Ocurre que no pienso y que yo ya no puedo. Que no quiero nada serio, y sin embargo, aquí te espero.


¡OCURRE!


Ocurre que no escuchas. Que no entiendes las palabras ni interpretas las miradas. Que debería decírtelo mirándote a la cara. Pero no soy capaz de decir nada. Nada. Esa es la palabra. No veo nada en tu mirada. Y ya no tengo fuerzas. Ni ganas. Ni tiempo para descifrarla  e instruir al niño en el arte del querer.


Ocurre que te quiero. Ocurre que te odio. Ocurre que sonríes y entonces me desarmas. Ocurre que no puedo. Ocurre que me abrazas. Ocurre que me pierdo y luego no me encuentro. Ocurre que tú subes y yo bajo y tropiezo. De nuevo. Ocurre que me pasa. Ocurre que NO pasa. Ocurre que me marcho y a ti ya ni te importa. Ocurre que lo intento. Pero ya no puedo. Ocurre que me matas y que aun así regreso. Aguantando el golpe. Por si acaso, por si vuelves. Por un “Quizás”, por un “Tal vez”…

Porque dijimos: “Quizás es para siempre”. Pero fue un “Hasta nunca”.



Todo carece de sentido. La negación se asienta en mi cabeza y me gusta el efecto conseguido. ¡NO TE QUIERO!. Pero entonces bajo la mirada y es como si tus labios me llamaran. Aparece tu sonrisa, que de un golpe manda al traste la fantasía que me había construido. Sí, quiero estar contigo.


¿Entiendes? Porque yo no entiendo nada. ¿Dejamos algo claro? Quizás solo fue un sueño. Tal vez un imposible. O una broma macabra del pasado. De esas que no hacen gracia y calan en lo más profundo. Sí, de esas que hacen daño y traspasan los límites de lo irrisorio. Entonces me despierto -No, no había sido un sueño- Y escribo miles de frases que no encuentran su sitio sobre el folio en blanco…

Ocurre que no entiendo. Ocurre que ¿qué quieres?, ¿Y yo? Porque un día te quiero y al siguiente ni te miro. Fingiendo que no existes, haciendo lo imposible por sacarte de mi vida. Pero como de costumbre, vuelvo. Vuelvo, sonrío y aguanto el golpe. De nuevo.

Y continúo escribiendo. Una y mil frases. Testigos de cuanto he sufrido. No lo entiendo, si ya no me aportas nada ¿por qué sigo aquí contigo? A la espera de recuperar algo que nunca he tenido.

 “Te Quiero. Lo Siento. Me Equivoqué. Quiero Estar Contigo”.

Ocurre. Ocurre que ya no somos niños y que el juego del amor resultó no ser sencillo. Ocurre que se ha roto y los pedazos ya no encajan.  Ocurre todo y nada. Ocurre que no sientes. Que yo dije “Tal vez”. Tú contestaste “Error”.


Ocurre. Ocurre que en el fondo nunca supimos qué ocurrió.






CAOS. 



Todos tenemos derecho a que nos duela el corazón. 


¿Duele leerlo? Todavía más sentirlo.


martes, 26 de noviembre de 2013

Yo Quiero un pingüino



XY— Joder, la tía del pingüino.
XX— Me encanta, ¡es adorable!
XY— Hay que joderse. Te dije que te regalaría cualquier cosa para tu cumpleaños, cualquier cosa. El mundo mismo si me lo hubieran pedido esos labios.
XX—  Lo sé.
XY— Cualquier cosa y tú vas y me pides un pingüino de peluche. Un puto pingüino de peluche.
XX— Porque es adorable.
XY— Sí, adorable. Y también es una baratija de poco más de cinco pavos.
XX— (sonríe)
XY— ¿No querías una réflex? ¿No estabas haciendo cálculos como una loca para comprarte una?
XX— Sigo en ello.
XY— Y aun así me pides un pingüino. Mujeres. Ya decía Linda que las mujeres son la mayor incógnita sobre la tierra y que ni siquiera una vida entera alcanza para despejarla. Qué gran mujer mi Linda.
XX— Todas las madres lo son.
(le sonríe con complicidad mientras abraza a su nuevo amigo, poco más alto de 30 centímetros. Pingüi, se llama Pingüi)
XY— A pesar de tu insistencia estuve a punto de regalarte la réflex y mandar el pingüino a la mierda.
XX— Te la hubiera tirado a la cara. ¿Por qué no la compraste?
XY— Curiosamente, parecía hacerte mucha más ilusión un pingüino barato que esa cámara para la que llevas ahorrando meses. Sabía que si te daba el pingüino me regalarías esa sonrisa que ahora alumbra tu cara. Con la cámara solo hubiera obtenido un: “Gracias. No la quiero”. Ha sido por egoísmo puro y duro. Tú querías tu pingüino y yo solo quería tu sonrisa. Me parecía justo.

Ella sigue jugueteando con Pingüi, absorta en sus pensamientos y en la felicidad que la invade en ese momento. Tan solo absorta en eso, como si no escuchara nada más. Aunque en realidad ha escuchado detenidamente cada una de sus palabras. Cada una.

XY— Pero si querías el pingüino ¿Por qué no te lo has comprado tú? Podrías haberte comprado el pingüino y yo te hubiera regalado la cámara. Así hubieras tenido las dos cosas.
XX— Entonces no hubiera tenido nada  (no le mira. De hecho, cualquiera ajeno a la escena diría que ella ni siquiera se ha percatado de que él está ahí)
XY— …
XX— Yo no quería un pingüino. Quería que TÚ me regalaras un pingüino.


Sorprendido, deja de intentar encenderse el cigarrillo con un viejo mechero medio desgastado. Una baratija que mangó cuando solo tenía 14 años. En aquel entonces le parecía bonito. Aun se lo sigue pareciendo, a pesar de estar rayado, descolorido y que apenas puedan apreciarse las letras que se dibujan sobre el depósito. LOVE. En sus buenos tiempos podía leerse la frase exacta: “LIVE TO LOVE”.

"Yo no quería un pinguino. Quería que TÚ me regalaras un pingüino”, se repite para sí mismo.   Mujeres, siempre tan imprevisibles. Bellas, indescifrables, alocadas. Ya lo decía su madre “Nunca te fíes de nadie. Pero sobre todo, nunca te fíes de una mujer”. Y ese dogma ha sido su regla de oro durante sus 26 años de existencia. Y como si Linda volviera de su descanso eterno para susurrárselo al oído, su instinto se pone  alerta y  la desconfianza toma la delantera.

XY— ¿Por algún motivo en especial?
XX— Pues claro


Rápidamente le da un beso en la mejilla y le guiña un ojo, ese guiño que más de una vez le ha turbado los sentidos  y ha dejado al descubierto sus emociones, obligándole a dejar de ser por un momento ese tipo duro y despreocupado, enamorado solo de sus tres mujeres. Porque en su corazón solo hay cabida para tres. No cuatro. Ni dos. Solo tres: la gran abuela Nanny, su querida Linda y esa puta a la que tanto ama y a veces desprecia. Sí, esa a la que la gente de a pie llama vida.

Y de repente ella, con esa sonrisa inocente y una mirada que oculta mucho más de lo que cuenta. Allí está, con su querido amigo Pingüi intentando entrar. ¿Intentando? pero si ya ha entrado. La cuarta. No, jamás se lo dirá. Porque en su corazón solo hay cabida para tres mujeres. Solo tres.


XX— Te quiero

Se prometió a si misma que solo amaría a tres hombres en esta vida y en  la otra: su padre, que le enseñó a venerar a una única mujer, a sí misma, un hermano fallecido a causa de la heroína y un viejo mal parido que le reveló los secretos del mundo. Ella le llamaba Joey. Se hacía llamar Joey. En otro tiempo fue un hombre importante, un hombre de provecho dirían algunos. Siempre fue una rata, una rata escurridiza y peligrosa, dirían otros. Sus amigos lo llamaban… Para eso hubiera tenido que tener amigos.

Y ahora hay otro hombrecito. Un pingüino muy plumoso llamado Pingüi. Ha roto su promesa. Ya son cuatro. Y podrían ser cinco. Son cinco. ¿Por qué no? Hace tiempo se hizo una promesa pero tal vez hoy, y quizá cada día del resto de su vida, pueda hacer una excepción.

XY— Te quiero
UNA TERCERA VOZ—  Joder, ¡estáis como las putas cabras!


 La cuarta mujer y el quinto hombre. La cuarta, el quinto, y a veces LO primero.


XXY— Tienes razón, aunque me pese, estoy jodidamente enamorad@.




Las mejores historias son las que surgen de repente. Sin una motivación o un sentido concreto. Simplemente, PORQUE SÍ!

Efímero

Me apasiona, me aburre; lo quiero, no me interesa; me planteo un futuro, lo quiero fuera de mi vida; pienso las cosas en serio, me lo tomo todo a risa; paso de la gente, busco la aceptación; quiero volver a ser quien fui, deseo olvidarme de todo. Mi cabeza está embotada, no puedo pensar. Quizá pienso demasiado. ¿Demasiado poco? No, nunca es demasiado poco.

Se puede escribir sobre tantas cosas, y sería feliz; creo que sería feliz.

Tengo frío, tengo calor. Es este puto resfriado que no me deja pensar. Tengo la nariz taponada, toso más de lo que lo haría un carretero; el moco colgando, la montaña de pañuelos sobre la mesilla de noche.

¿Por qué adornar la realidad? Acaso es tan poco apasionante que necesitamos inventarla? Joder, me duele todo el cuerpo. Resfriado de mierda.

¿Darme a conocer? Pero y si luego me quiero volver a esconder? No siempre se puede volver atrás. Volver a empezar. Mi garganta. Creo que tengo frío. ¿Acaso todo tiene que tener sentido?, ¿no puede ser simplemente porque sí? Incluso la falta de afecto. No puedo explicarlo. Simplemente, me he cansado. Y fingir que siento algo es tan agotador. Me agota.

Escrito en pequeños momentos. No me gustan las comparaciones. Siempre salgo perdiendo.

Un curso de fotografía, idiomas. Y todo por amor al arte. Amor por mí misma, mis sueños, mi intelecto, mi necesidad de hallar ese no sé qué. Sí, ese no sé qué. Otra historia a medias. Joder, me duele todo el cuerpo. Creo que es cosa del futuro. Algunos dicen que asusta. O tal vez fue cosa de él. Sí, desde que pasó lo que pasó no he vuelto a ser la misma. Ni volveré a serlo. No me importa, es liberador. O eso creo. Sí, quiero pensar que no me importa. Qué tranquilidad, la paz ha invadido mi cuerpo. Al menos, durante unos instantes.

No tiene por qué entenderse. No tengo por qué entenderlo. No tengo por qué entenderme. Y de repente, se ha ido...

Concéntrate solo en las emociones


La Terapia de las letras.