domingo, 17 de agosto de 2014

La contradicción de la nostalgia

No fue Madrid sino una de sus compañeras de península. La catalana, esa a la que llaman ‘la ciudad condal’. Apenas tuve tiempo para estar con ella. Tres días. Tres míseros días. Fue un flechazo, estoy segura, lo mío con ella fue amor a primera vista. Ya la había visto antes –lo poco que se deja ver en unas horas– pero hasta ahora no le había prestado atención. Hace unos meses, durante tres días, por fin la contemplé y pude verla, pero de verdad. Al menos una parte de ella: sus cielos claros, un calor asesino que no esperaba, sus noches enigmáticas y seductoras, y varias calles misteriosas que invitan a perderse en ellas. También sus innumerables cuestas, un aviso a todo extranjero de que ella es una tipa dura que no se deja embaucar. Si quieres conocerla a fondo tienes que esforzarte, y no basta con tener las ganas, tienes que demostrar tu empeño con un aguante físico demoledor. Es así, o lo tomas o lo dejas.

Resulta agotador pero merece la pena. Sus luces y su arquitectura te atrapan sin que te des cuenta, obligándote a permanecer en un estado de éxtasis en el que el tiempo parece detenerse. Seduce, arrasa y perturba. Ella es esa chica coqueta y decidida dispuesta a guiñarte un ojo de cuando en cuando para hacerte saber que quiere hacerte suya. Y lo hizo, joder que si lo hizo. En un lapso de tiempo muy inferior al que ha necesitado cualquier hombre. En apenas 72 horas me concedió el mundo, permitiéndome dejar de lado las preocupaciones y experimentar el placer del azar y la casualidad. Y eso que ni siquiera puedo decir dónde estuve exactamente: Las Ramblas, el barrio gótico, el centro, el fórum… Sí, puede ser. Soy muy mala para los nombres y la geografía. No me ubico ni en mi propia ciudad. Pero yo lo tengo claro, durante tres días estuve en un único lugar: el Nirvana. Puede sonar exagerado pero así fue. Al menos según me dice mi corteza cerebral.

Empiezo a pensar que las ciudades son como las mujeres. Nunca llegas a conocerlas del todo por más tiempo que pases con ellas. Al menos eso dicen los especímenes del género masculino con los que me relaciono.

Es verdad, no la conozco mucho. Pero la quiero igual. Quizá tanto como a París. Lo sé, no está bien confesar públicamente tu amor por una dama cuando has jurado y perjurado que tu corazón pertenece a otra; otra a la que esperas y deseas que también te esté esperando a  ti. Aún así…

Podría decir que fue un desliz pero sería mentira. Tal vez en mi corazón haya sitio para las dos. Puede que… No, para qué engañarme. Me enamoró, cierto, pero ella es y siempre será la segundona; la alternativa en caso de que no pueda viajar a París. Madre mía, que confesión más fea… Si ella se enterara de todo esto me partiría la cara. Algo que también haría la doña si supiera de mi confusión sentimental. Es más, fijo que me pondría cara de perro y con muy malas pulgas me diría que Barcelona solo es mi chica de fines de semana, esa putilla con la que me escapo cuando ella no está. Entonces yo sonreiría ante ese arrebato de celos mientras, con disimulo, miraría el objeto que estos últimos días ha captado toda mi atención. Una artesanía de unos 20x5 cm. de la Casa Batlló de Gaudí. El único recuerdo que poseo de esa estancia de tres días. Nada en comparación con los muchos que tengo de los paseos por Montmartre, las visitas a la torre Eiffel y el Louvre, y los desfases en Duplex. Ambas ciudades tienen un hueco en mi habitación pero cada una tiene su propio espacio. No comparten estante. De hecho, ni siquiera se encuentran en la misma sección del aparador. Eso ya sería el descaro máximo y yo no soy tan desvergonzada. Sé guardar las formas, o eso quiero pensar para acallar mi mala conciencia. Durante estos días mis pensamientos se han centrado en ella –la otra–, relegando momentáneamente a la dueña de la casa –y de mi corazón– al cajón de los recuerdos olvidados.

Solo fueron tres días. No tuvimos tiempo para mucho. No vi tus atardeceres, ni tus parques, ni tus calles en una tarde tranquila. Tampoco compartí contigo mis noches de locura y mis paseos en busca de cordura. Es más, ni siquiera he podido dedicarte unas palabras hasta ahora. ¿Qué te iba a decir?

“Hola, no sabes quién soy. De hecho, yo casi ni te conozco. Solo te he visto de lejos y por casualidad pero aun así, creo que te quiero”.

Gran presentación, sí señor. Una declaración de amor que nada tiene que envidiar a las artimañas de Giacomo Casanova. Y mientras la música suena miro y remiro esa figurita que me saca una sonrisa y varios suspiros.

“En ocasiones necesito serle infiel, irme unos días, darme un tiempo de descanso. Pero al estar con otras algo empieza a arder y en poco tiempo voy de vuelta hasta sus brazos”.

Y entonces solo pienso: “Algún día”. Algún día cenaremos en un sitio bonito –de esos que la mayoría de la gente considera cutres pero que para mí tienen un encanto especial–, recorreré las calles con la misma ternura que un amante se desliza por las curvas de su amada y gritaré en una de tus plazas que te quiero. Algún día volveré para compartir tiempo contigo, mimarte y conocerte de verdad. O al menos intentarlo. Y no será por unos días, ni semanas sino meses. Tal vez más.
Volveré por ti. Por mí. Y solo para quererte. Para quererte, Barcelona.



Como se puede extrañar tanto una ciudad en la que apenas has estado =( 

jueves, 12 de junio de 2014

Esquizofrenia

Volvemos a esa época en la que intentas conciliar el sueño como una desesperada y de repente una idea brillante aparece en tu cabeza. Boooom. ¿Creatividad? Siempre me habían dicho que es como un chispazo. Mentira, eso es quedarse corto. Es pura electricidad corriendo por las venas. ¡Guuuau! Ya estaba tardando, hacía tiempo que la muy simpática no me hacía una visita. Al menos no en estas condiciones. Y mira que hemos tenido varios encuentros, en situaciones muy dispares y a unas horas en las que obligarte a levantarte de la cama para ir en busca de papel y boli es un auténtico sacrilegio. Pero así es ella. Imprevisible. Después de tantas idas y venidas ya he aceptado que va a su aire y que casi aparece cuando menos se la espera. Sobre todo si no se la espera (ni busca).

Hace tiempo bauticé nuestras citas esporádicas como ‘divagaciones mentales transitorias’. Aunque el término no es del todo acertado, de transitorias tienen poco que ya llevamos unos años y aunque el subidón solo dura unos minutos el colocón permanece durante días. Incluso diría que siempre queda un poquito de él en tu interior.

      -¿Ah, entonces los efectos son de por vida? Claro, ahora se explica su estado.

Poh sí. Así estamos. Tampoco es malo. Siempre he creído que hay que estar un poco loco para crear algo decente. O eso o te das a las drogas. Na, la locura natural es mucho más sana (y barata). El camino a seguir está claro, las ideas ordenadas y el destino fijado. Al menos durante los próximos seis meses. Ahora solo falta la colaboración de uno de los factores principales. ¿Las ganas? No, coño. ¡Eso ya lo tengo! Me falta él. Siempre él: EL TIEMPO.

Maldito. Puto. Bastardo. Joder!

JUUUUUULIO. Ven de una vez que las ideas tienes que salir ya de mi cerebro.

Es curioso. Pensé que se marcharía tras escribir estas líneas, pero no, sigue ahí haciendo ding dong en mi interior e impidiéndome dormir: ¡ÉXTASIS!

Tengo el corazón a mil, son la 2:00 am. En cinco horas y media tengo que estar en pie y mi cuerpo no lleva idea de calmarse. Lo sé bien, hace 21 años que nos conocemos y van a hacer tres desde que empecé a entenderlo. A veces no comprendo algunos de sus caprichos, o manías, no sé muy bien cómo llamarlo. Pero no pasa nada, hay tiempo para todo. Ya lo dice el gran Pepe Mujica: “Se puede arrancar y empezar de nuevo, una y mil veces”. Pues eso, que siempre hay tiempo para iniciar nuevas etapas. Y proyectos.  Si la vida te jode un plan, haces otro. Y así todo. Y a vivir!

'Tiempo'. Qué compleja es la palabra: Tiempo. Dale tiempo. Tiempo al tiempo. Solo el tiempo dirá… ¡Qué sabio el que invento ese concepto!

Creo que me he vaciado por dentro. Sí, tiene que ser eso porque de repente me ha entrado  muchísimo sueño. Buenas noches.

Como echaba de menos estos momentos. A veces me pregunto cómo lo hago. La verdad es que no lo sé… Será cosa de las divagaciones transitorias, supongo…


martes, 1 de abril de 2014

Mi dama

1— Ese momento en el que la excitación no te deja dormir.
2— ¡Ah!, ¿En quién estabas pensando para ponerte cachonda? ¿Eh? Confiesa, perra.
1— ¿Cachonda? Más bien extasiada. Hasta tal punto que bien hubiera podido confundirme con la misma Santa Teresa.
2— ¿Y quién es el afortunado?
1— Mi dama.
2— ¿Y esa quién es?
1—¡Ah! Solo una pista: Elle habite à Paris.
2— Lujuriosa, entonces. ¿Cómo es?
1—Fría como la piedra y blanca como el mármol. Hierática. Sin sentimientos… Y sin embargo, ni se imagina el cúmulo de emociones que produce en mí. Las mujeres son así. Muchas, ni siquiera son conscientes de su poder de seducción.
2— ¿Y qué fue? ¿Su mirada?, ¿su sonrisa?, ¿su pelo? ¿Qué fue lo que te atrajo de ella?
1— Simplemente, Ella. ¿Quién puede resistirse a sus curvas de mujer y a esos 'paños mojados' que ciñen sus caderas?, lanzando un embrujo irresistible para todo hombre. Y mujer. Las sensuales líneas que dibujan su silueta… Aun sin tener rostro, ella es la más bella. La contemplé hace tres años, a tan solo unos centímetros de distancia. Es curioso. Había tanta gente a nuestro alrededor: decenas, centenas. Nunca las conté. No me importaban. Solo tenía ojos para ella. Durante años la idealicé. Venus entre las venus. A la misma Afrodita cegarían los celos si la conociera. Y entonces la observé de cerca. Y lo vi. Ni siquiera la piedra resiste el desgaste del tiempo. Ese bastardo pasea como un lobo hambriento, dispuesto a devorar la carne. E incluso el hueso. La juventud, la belleza, la pasión, la alegría… Todo lo aniquila. Y cuando al fin te ha despojado de cuanto poseías, se relame los dientes. Gustoso. Saboreando su preciado bocado. Ese trozo de vida que te ha arrebatado.

Su silueta, contorneada a golpe de cincel, exhibía –cual heridas de guerra– las grietas que Cronos le había infundido. Exultante tras haberle demostrado que, al igual que a todos nosotros, la tiene a su merced.

Y durante unos minutos solo estuvimos ella y yo. Y París. Y el Louvre. No. Solo ella y yo. Lloré. Aun no sé por qué. Supongo que me emocioné. Sigo sin entender la razón. Además de las grietas también pude ver que le faltaban algunos pedacitos de piedra. Indicios de que su fin andaba cerca. Quizá en ese momento solo era un despojo de lo que fue: algo más grande que no llegué  a ver.

Solo polvo. Solo piedra. Una figura muerta…

No. Ella es y seguirá siendo mi dama. Por siempre.

Victoria con nombre de mujer.



domingo, 12 de enero de 2014

Amor Enmascarado

1La maté. La maté a punta de navaja. Y lo volvería a hacer.
2Maldito loco perturbado…
1¿Loco? Vos me creéis loco, mas en verdad soy cuerdo entre los locos. Que sé bien lo que he hecho. Que conozco mi delito, mi pecado y mi castigo. Y aun con ello al mismo dios yo juro que si el diablo la trajera a mí de nuevo, volvería a hacerlo. La mataría. La mataría a punta de navaja.
2...
1Señor mío, no se engañe. Que estoy bien cuerdo, que sé de sobra lo que he hecho. Que no me arrepiento. Y sufro con su pérdida porque con ella he muerto yo. Que conozco mi delito y mi pecado; pues ello es mi condena: ¡vivir sin no tenerla! La amé. La a…
2¿Que la amas? Maldito cobarde. ¡Cierra esa bocaza! El significado de ese verbo se ensucia al pronunciarse en tu garganta. Te atreves a decirme que la amas, aun cuando tras haberla asesinado no sientes remordimiento alguno. ¿Qué clase de amor es ese?
1El amor enmascarado. Que a dios juro que es amor, mas lo viera quien lo viera dirá que es odio lo que yo le tengo.
2¿Amor enmascarado? Pero ¿qué clase de embuste es ese? Vos, maldito psicópata, anteriormente habéis tenido el descaro de reconocerme vuestro odio latente hacia ella.
1Sí, y diré que la odio. Mas vos no lo veis. Ni vos ni nadie. Que solo yo soy capaz de observar que tras ese odio se encuentra el mayor amor de todos: Amor Enmascarado, amigo mío. ¡Oh, bendito amor! Que cualquiera puede jurar que en muerte la amaré tanto como la amé en vida. Que la amé con gran locura…
2¿Por qué lo hiciste entonces? -Habla apenas con un hilo de voz. El llanto ahoga su garganta- ¿Qué?… ¿Qué te hizo mi pequeña?
1¡Porque no podía! No podía soportarlo más. Yo era su amigo. Me quería como a un amigo me decía... Cada mañana sólo el verla ya me hacía sonreír. Porque soñaba con sus labios, con su risa y con su cuerpo; que cada noche yo en mis sueños la llamaba a besos. Al mismo diablo me entregaba con tal de sentir una vez más su aliento…

Que sólo su aroma servía para embriagarme. Que ella era un licor que me hacía enloquecer.

La amaba. La AMO. Pero no podía…

Cada noche, en mis sueños, sus labios me hacían perder el control. Por ella ni siquiera había sitio en mí ya para la razón. Ese cuerpo, esos andares, su mirada, su elegancia…

¡ELLA! Toda Ella era perfección, digna de la mayor admiración. ¡Oh, cruel embaucadora que mis sueños destrozó! No supo corresponder a este gran amor. Día tras día, petición tras petición: ¡NO! Fue lo único que oí de su gélida voz...

Me tacháis de cruel y desalmado, mas cuál fue mi pecado para padecer condena tan atroz. ¿Quién es mi dios que disfruta atormentándome con tal dolor?

Maldición…

¡Intenté olvidarla! A vos os juró que traté de arrancarla de mi corazón y alma. Pero no pude… Por dios os juro que no pude. Solo al verla, mi cuerpo ardía en los más íntimos deseos. Despertábase en mí ese amor febril, característico de un adolescente juvenil. Cada mañana esa daga de acero penetraba en mis entrañas de solo imaginar que al caer la noche ella yacía en el lecho junto a él. Que día a día sus labios recorrían su piel, aguardando el deseo de penetrar en su alma de mujer. Saber que sus “Te Quiero” le correspondían a él. ¡Oh, locura! Locura era lo que de mí se apoderaba  noche y día. Por ella muerto en vida llegué a ser.

¡Piedad!, ¡Qué castigo tan cruel! Pero dígamelo usted, ¿qué vio en él que en mi no halló?

¿AMOR?

No. Desde luego que no. El alma mía hubiera dado. Mi corazón con gusto arrancado si ello hubiera sido de su agrado. Mas no fue así. Lo prefirió a él…

ELLOS. Dos amantes escondidos entre las sombras del placer, que entre besos y caricias reíanse de mí, de ese pobre infeliz a quien con gusto rechazó arrancándole así el corazón. Que sé bien como entre susurros hablarían de mi dolor, mientras sus cuerpos se fundían en la llama del amor…

Cruel. Ruin. Embaucador, me creéis vos. Mas por piedad, que a los infiernos me entregué. A ellos con gusto supliqué que me arrancaran el alma solo por no sentir la herida de sangre que en mi pecho desde aquel día aguarda…

La maté. La maté a punta de navaja. Y a dios juro que lo volvería a hacer...

¡Oh, bendita mujer!

2...  (Su rostro se ha desencajado. No da crédito a lo que está oyendo)
1No me mire así. La amo. Aun con su desprecio la sigo amando pero entiéndame, no podía… No podía soportar ver como, mientras noche tras noche yo moría de dolor rogando a dios que me dejara oír una vez más su voz, ella sólo era capaz de pensar en él.

La amo. Juro a dios que la he amado. Pero entiéndame, no podía. Simplemente, no podía…

2Pero… ¿qué clase de monstruo sois vos?
1— ¿Monstruo? No. Claro que no. Mire usted, solo soy un pobre hombre, un amante desolado. Que ni vos ni nadie podéis verlo pues solo yo sé lo que por ella siento. ¡Oh, querido amigo! No son locura ni delirios, sino amor; amor enmascarado lo que tengo (muestra su mirada fría y esa tétrica sonrisa que a dios juro que me permitiría confundirlo con el mismo diablo) ¡Oh, Bendito amor!
2¿Amor enmascarado? Joder. Maldito loco perturbado…


Releyendo textos escritos hace siglos...

miércoles, 1 de enero de 2014

Resulta que aún existe esa clase de hombres que, muy seguros de sí mismos, te llaman a las tantas de la noche para tomar algo. Así, de repente. Y convencidos de que vas a dejarlo todo para estar a su lado. Sí, sí. Convencidísimos.

Son las doce de la noche. ¿Salir a la calle con el frío y el viento?, ¿y abandonar mi taza de té, mis chicles y mi libro?

VEEEEEEEEEEEEENGA!!

Ni aunque fueran las cuatro de la tarde, me estuviera muriendo por salir de casa y no tuviera nada que hacer.

En serio, por favor... ¿Dónde hemos dejado el sentido común?

EgocentrismoEnEstadoPuro o.O

Gracias por su Tiempo

“Gracias por su tiempo”. Se ha convertido en una frase tan usada que hasta parece haber perdido su sentido. Cuando la escucho, normalmente lo único que me viene a la cabeza es “bah, una coletilla más de cortesía”, equiparable al dichoso “ya le llamaremos” o el educado “un saludo y gracias”. Sí, se ha convertido en una frase tan manida que nunca me había cuestionado las palabras que la forman. Y es que entre esas cuatro palabras hay una tan corta, pero que implica tanto…


TIEMPO

¿Y qué es el tiempo? El tiempo lo es todo (Y he tenido que recibir un correo para recordar algo tan evidente)


Alguien me dijo una vez: “Aprovecha el tiempo, porque es lo más valioso que tienes. Todo gira en torno a él. Para ganar dinero trabajando, entregas tu tiempo; a la hora de disfrutar de tus amigos y familia compartes tu tiempo; esos momentos en los que ves una película o lees un libro -porque sí, simplemente porque te apetece- te dedicas tiempo. Porque todo, todo es tiempo.”

¿Todo se reduce al tiempo? Al tiempo y a lo que hagas con él, supongo…


Parece valioso. Y sin embargo, se banaliza con una frase tan estereotipada como “Gracias por su tiempo”. Aunque como ocurre con todo, nunca se puede generalizar. Hasta hace unos momentos pensaba que era una frase que se decía por decir -la gente tiene demasiados remilgos con eso de la educación y la cortesía- Pero a veces estás tan agradecido por algo que esa frase es la que mejor expresa lo que sientes. 


Periodismo. Una carrera que obliga a enviar muchos más correos de los que me gustaría. Y siempre a contrarreloj…

Pero ya estamos en el último año de carrera. Y andamos curados de espantos con eso de enviar correos a mansalva. La historia es la de siempre: envías 10 o 12 y con suerte te responden tres. El tiempo pasa, y tú sigues con la bandeja de entrada vacía y el folio en blanco. Claro, no puedes empezar a escribir hasta que no obtengas tus respuestas.

Y entonces lo único que te queda es insistir. Y esperar. Insistir y esperar. Sí, otra cosa no pero la carrera de “periodismo” te enseña a tener mucha paciencia y a acumular muy mala hostia. Pero sobre todo eso, te obliga a esperar. A veces, incluso te enseña a no esperar nada.

Tan curtidos estamos en esto de la espera -debería ser deporte nacional, que a lo tonto tiene su aquel- que lo que nunca esperas es que te respondan un correo al momento. De hecho cuando la cosa va tan rápido lo primero que te sale decir, incluso antes de leer el mensaje, es un “buuuuuueno” mientras te llevas las manos a la cabeza y pones los ojos en blanco.

Pero vaya… Al parecer las respuestas rápidas no siempre son malas. Está bien saberlo.


Volvemos al correo. Ha contestado. No propone una cita para otro día ni pone excusas. ¡Ha contestado a las preguntas de verdad!

Una persona que no te conoce de nada, que no te debe nada, que ni quiera te pone cara… Te ha concedido su tiempo… En el último momento, fuera de su jornada laboral, en plenas vacaciones de Navidad. Dios, si hasta entran ganas de llorar. Qué coño, lloras… Y entonces lo único que te sale decir una y mil veces es 


GraciasGraciasGraciasGraciasGraciasGraciasGraciasGraciasGraciaaas,

acompañados de un enorme “DE VERDAD” para que la susodicha entienda que lo tuyo no es mera cortesía, sino agradecimiento. Un agradecimiento sincero.


Lees todos esos “Gracias” acompañados de ese “DE VERDAD”, y sientes que ni aun ocupando toda la pantalla serían suficiente. Y en un momento de divagación mental te paras a pensar en por qué has llorado y en por qué estás agradecida. ¿POR LAS RESPUESTAS?


Pasan unos minutos hasta que te das cuenta. Es tarde y mi cabeza va con efecto retardado. De repente. ¡EUREKA!

Sonríes tontamente, reprendiéndote por haber juzgado antes de tiempo…



Porque sonará banal, estará estereotipado y habrá mucha gente que lo diga por decir, pero… supongo que todo lo que sentía, en el fondo, se concentraba en un

 “GRACIAS POR SU TIEMPO”