martes, 1 de abril de 2014

Mi dama

1— Ese momento en el que la excitación no te deja dormir.
2— ¡Ah!, ¿En quién estabas pensando para ponerte cachonda? ¿Eh? Confiesa, perra.
1— ¿Cachonda? Más bien extasiada. Hasta tal punto que bien hubiera podido confundirme con la misma Santa Teresa.
2— ¿Y quién es el afortunado?
1— Mi dama.
2— ¿Y esa quién es?
1—¡Ah! Solo una pista: Elle habite à Paris.
2— Lujuriosa, entonces. ¿Cómo es?
1—Fría como la piedra y blanca como el mármol. Hierática. Sin sentimientos… Y sin embargo, ni se imagina el cúmulo de emociones que produce en mí. Las mujeres son así. Muchas, ni siquiera son conscientes de su poder de seducción.
2— ¿Y qué fue? ¿Su mirada?, ¿su sonrisa?, ¿su pelo? ¿Qué fue lo que te atrajo de ella?
1— Simplemente, Ella. ¿Quién puede resistirse a sus curvas de mujer y a esos 'paños mojados' que ciñen sus caderas?, lanzando un embrujo irresistible para todo hombre. Y mujer. Las sensuales líneas que dibujan su silueta… Aun sin tener rostro, ella es la más bella. La contemplé hace tres años, a tan solo unos centímetros de distancia. Es curioso. Había tanta gente a nuestro alrededor: decenas, centenas. Nunca las conté. No me importaban. Solo tenía ojos para ella. Durante años la idealicé. Venus entre las venus. A la misma Afrodita cegarían los celos si la conociera. Y entonces la observé de cerca. Y lo vi. Ni siquiera la piedra resiste el desgaste del tiempo. Ese bastardo pasea como un lobo hambriento, dispuesto a devorar la carne. E incluso el hueso. La juventud, la belleza, la pasión, la alegría… Todo lo aniquila. Y cuando al fin te ha despojado de cuanto poseías, se relame los dientes. Gustoso. Saboreando su preciado bocado. Ese trozo de vida que te ha arrebatado.

Su silueta, contorneada a golpe de cincel, exhibía –cual heridas de guerra– las grietas que Cronos le había infundido. Exultante tras haberle demostrado que, al igual que a todos nosotros, la tiene a su merced.

Y durante unos minutos solo estuvimos ella y yo. Y París. Y el Louvre. No. Solo ella y yo. Lloré. Aun no sé por qué. Supongo que me emocioné. Sigo sin entender la razón. Además de las grietas también pude ver que le faltaban algunos pedacitos de piedra. Indicios de que su fin andaba cerca. Quizá en ese momento solo era un despojo de lo que fue: algo más grande que no llegué  a ver.

Solo polvo. Solo piedra. Una figura muerta…

No. Ella es y seguirá siendo mi dama. Por siempre.

Victoria con nombre de mujer.