Te propones ser productiva y
aprovechar el día, pero de repente te viene una canción a la cabeza y tienes
que escucharla. Tu cerebro no empezará a funcionar hasta que no escuches la
dichosa canción. La escuchas. Problema solucionado. Pero entonces quieres más,
siempre quieres más. Una canción te lleva a otra y acabas escuchándote la
discografía entera de ese artista al que consideras un poeta. Estupendo. El
sentimiento de culpa empieza a aparecer. Has hecho de todo menos lo que deberías.
Como siempre. Echas la cabeza atrás, tomas aire y decides que ya es hora de
ponerte. En un acto reflejo giras la cabeza hacia la derecha, sin mirar nada en
concreto. De repente... ¡MALDICIÓN! Ahí están. Un montón de libros que deseas
leer. Y que tendrías que haber escondido para evitar la tentación. Sí. Tendrías
que haberlo hecho…
Unas páginas, solo voy a leer
unas páginas.
Juro que solo han pasado unos minutos
y sin embargo… Comencé a leer en la página 25 y he acabado en la 153. Mierda.
¿Qué coño ha pasado? Yo no leo tan deprisa. Será que, en el fondo, no han sido solo unos minutos…
El sentimiento de culpa ha
vuelto. Y esta vez con más fuerza. ¡Haaaaala! Me pongo, me pongo. Juro que me
pongo. Pero me tengo que tranquilizar, que la culpa no me deja pensar. Voy a
hacer algo de provecho pero primero me tengo que relajar. ESCRIBIR. ¡SÍ!, eso
siempre me funciona. Un montón de frases me vienen a la cabeza. Sin sentido.
Inconexas. Pero, ¿EH? Es divertido. La divagación mental ha entrado en escena.
Y no se marcha. No tiene pintas de querer bajar del escenario. Pero esto hay
que acompañarlo con música. Sin música la cosa no funciona. Y cuando la música
ya no te llena siempre se puede recurrir a grandes versos. Bécquer. ¿Dónde
está Bécquer? Como para encontrarlo entre tanto desorden. Es igual, realmente
cualquier cosa sirve. “Bilis. Vómitos de tinta” de Luis Bonafoux. ¡Coño! Si esto
tenía que leerlo de verdad. Pues vamos a ver. Música, libros, escribir y vuelta
a empezar. Maldito círculo vicioso.
Son las 22:30 h. Día perdido.
¿Perdido? Perdido en vicios. “Na, entonces no ha sido perdido” dice una
vocecita en mi cabeza. Con cara de pocos amigos me digo que perdido no, pero jo,
menuda me espera mañana. Si no giro la cabeza, claro…
Esto de la escritura es
acojonante. Se puede escribir sobre cualquier cosa. Hasta de los días en los que
no haces prácticamente nada J
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