miércoles, 1 de enero de 2014

Gracias por su Tiempo

“Gracias por su tiempo”. Se ha convertido en una frase tan usada que hasta parece haber perdido su sentido. Cuando la escucho, normalmente lo único que me viene a la cabeza es “bah, una coletilla más de cortesía”, equiparable al dichoso “ya le llamaremos” o el educado “un saludo y gracias”. Sí, se ha convertido en una frase tan manida que nunca me había cuestionado las palabras que la forman. Y es que entre esas cuatro palabras hay una tan corta, pero que implica tanto…


TIEMPO

¿Y qué es el tiempo? El tiempo lo es todo (Y he tenido que recibir un correo para recordar algo tan evidente)


Alguien me dijo una vez: “Aprovecha el tiempo, porque es lo más valioso que tienes. Todo gira en torno a él. Para ganar dinero trabajando, entregas tu tiempo; a la hora de disfrutar de tus amigos y familia compartes tu tiempo; esos momentos en los que ves una película o lees un libro -porque sí, simplemente porque te apetece- te dedicas tiempo. Porque todo, todo es tiempo.”

¿Todo se reduce al tiempo? Al tiempo y a lo que hagas con él, supongo…


Parece valioso. Y sin embargo, se banaliza con una frase tan estereotipada como “Gracias por su tiempo”. Aunque como ocurre con todo, nunca se puede generalizar. Hasta hace unos momentos pensaba que era una frase que se decía por decir -la gente tiene demasiados remilgos con eso de la educación y la cortesía- Pero a veces estás tan agradecido por algo que esa frase es la que mejor expresa lo que sientes. 


Periodismo. Una carrera que obliga a enviar muchos más correos de los que me gustaría. Y siempre a contrarreloj…

Pero ya estamos en el último año de carrera. Y andamos curados de espantos con eso de enviar correos a mansalva. La historia es la de siempre: envías 10 o 12 y con suerte te responden tres. El tiempo pasa, y tú sigues con la bandeja de entrada vacía y el folio en blanco. Claro, no puedes empezar a escribir hasta que no obtengas tus respuestas.

Y entonces lo único que te queda es insistir. Y esperar. Insistir y esperar. Sí, otra cosa no pero la carrera de “periodismo” te enseña a tener mucha paciencia y a acumular muy mala hostia. Pero sobre todo eso, te obliga a esperar. A veces, incluso te enseña a no esperar nada.

Tan curtidos estamos en esto de la espera -debería ser deporte nacional, que a lo tonto tiene su aquel- que lo que nunca esperas es que te respondan un correo al momento. De hecho cuando la cosa va tan rápido lo primero que te sale decir, incluso antes de leer el mensaje, es un “buuuuuueno” mientras te llevas las manos a la cabeza y pones los ojos en blanco.

Pero vaya… Al parecer las respuestas rápidas no siempre son malas. Está bien saberlo.


Volvemos al correo. Ha contestado. No propone una cita para otro día ni pone excusas. ¡Ha contestado a las preguntas de verdad!

Una persona que no te conoce de nada, que no te debe nada, que ni quiera te pone cara… Te ha concedido su tiempo… En el último momento, fuera de su jornada laboral, en plenas vacaciones de Navidad. Dios, si hasta entran ganas de llorar. Qué coño, lloras… Y entonces lo único que te sale decir una y mil veces es 


GraciasGraciasGraciasGraciasGraciasGraciasGraciasGraciasGraciaaas,

acompañados de un enorme “DE VERDAD” para que la susodicha entienda que lo tuyo no es mera cortesía, sino agradecimiento. Un agradecimiento sincero.


Lees todos esos “Gracias” acompañados de ese “DE VERDAD”, y sientes que ni aun ocupando toda la pantalla serían suficiente. Y en un momento de divagación mental te paras a pensar en por qué has llorado y en por qué estás agradecida. ¿POR LAS RESPUESTAS?


Pasan unos minutos hasta que te das cuenta. Es tarde y mi cabeza va con efecto retardado. De repente. ¡EUREKA!

Sonríes tontamente, reprendiéndote por haber juzgado antes de tiempo…



Porque sonará banal, estará estereotipado y habrá mucha gente que lo diga por decir, pero… supongo que todo lo que sentía, en el fondo, se concentraba en un

 “GRACIAS POR SU TIEMPO” 

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