domingo, 12 de enero de 2014

Amor Enmascarado

1La maté. La maté a punta de navaja. Y lo volvería a hacer.
2Maldito loco perturbado…
1¿Loco? Vos me creéis loco, mas en verdad soy cuerdo entre los locos. Que sé bien lo que he hecho. Que conozco mi delito, mi pecado y mi castigo. Y aun con ello al mismo dios yo juro que si el diablo la trajera a mí de nuevo, volvería a hacerlo. La mataría. La mataría a punta de navaja.
2...
1Señor mío, no se engañe. Que estoy bien cuerdo, que sé de sobra lo que he hecho. Que no me arrepiento. Y sufro con su pérdida porque con ella he muerto yo. Que conozco mi delito y mi pecado; pues ello es mi condena: ¡vivir sin no tenerla! La amé. La a…
2¿Que la amas? Maldito cobarde. ¡Cierra esa bocaza! El significado de ese verbo se ensucia al pronunciarse en tu garganta. Te atreves a decirme que la amas, aun cuando tras haberla asesinado no sientes remordimiento alguno. ¿Qué clase de amor es ese?
1El amor enmascarado. Que a dios juro que es amor, mas lo viera quien lo viera dirá que es odio lo que yo le tengo.
2¿Amor enmascarado? Pero ¿qué clase de embuste es ese? Vos, maldito psicópata, anteriormente habéis tenido el descaro de reconocerme vuestro odio latente hacia ella.
1Sí, y diré que la odio. Mas vos no lo veis. Ni vos ni nadie. Que solo yo soy capaz de observar que tras ese odio se encuentra el mayor amor de todos: Amor Enmascarado, amigo mío. ¡Oh, bendito amor! Que cualquiera puede jurar que en muerte la amaré tanto como la amé en vida. Que la amé con gran locura…
2¿Por qué lo hiciste entonces? -Habla apenas con un hilo de voz. El llanto ahoga su garganta- ¿Qué?… ¿Qué te hizo mi pequeña?
1¡Porque no podía! No podía soportarlo más. Yo era su amigo. Me quería como a un amigo me decía... Cada mañana sólo el verla ya me hacía sonreír. Porque soñaba con sus labios, con su risa y con su cuerpo; que cada noche yo en mis sueños la llamaba a besos. Al mismo diablo me entregaba con tal de sentir una vez más su aliento…

Que sólo su aroma servía para embriagarme. Que ella era un licor que me hacía enloquecer.

La amaba. La AMO. Pero no podía…

Cada noche, en mis sueños, sus labios me hacían perder el control. Por ella ni siquiera había sitio en mí ya para la razón. Ese cuerpo, esos andares, su mirada, su elegancia…

¡ELLA! Toda Ella era perfección, digna de la mayor admiración. ¡Oh, cruel embaucadora que mis sueños destrozó! No supo corresponder a este gran amor. Día tras día, petición tras petición: ¡NO! Fue lo único que oí de su gélida voz...

Me tacháis de cruel y desalmado, mas cuál fue mi pecado para padecer condena tan atroz. ¿Quién es mi dios que disfruta atormentándome con tal dolor?

Maldición…

¡Intenté olvidarla! A vos os juró que traté de arrancarla de mi corazón y alma. Pero no pude… Por dios os juro que no pude. Solo al verla, mi cuerpo ardía en los más íntimos deseos. Despertábase en mí ese amor febril, característico de un adolescente juvenil. Cada mañana esa daga de acero penetraba en mis entrañas de solo imaginar que al caer la noche ella yacía en el lecho junto a él. Que día a día sus labios recorrían su piel, aguardando el deseo de penetrar en su alma de mujer. Saber que sus “Te Quiero” le correspondían a él. ¡Oh, locura! Locura era lo que de mí se apoderaba  noche y día. Por ella muerto en vida llegué a ser.

¡Piedad!, ¡Qué castigo tan cruel! Pero dígamelo usted, ¿qué vio en él que en mi no halló?

¿AMOR?

No. Desde luego que no. El alma mía hubiera dado. Mi corazón con gusto arrancado si ello hubiera sido de su agrado. Mas no fue así. Lo prefirió a él…

ELLOS. Dos amantes escondidos entre las sombras del placer, que entre besos y caricias reíanse de mí, de ese pobre infeliz a quien con gusto rechazó arrancándole así el corazón. Que sé bien como entre susurros hablarían de mi dolor, mientras sus cuerpos se fundían en la llama del amor…

Cruel. Ruin. Embaucador, me creéis vos. Mas por piedad, que a los infiernos me entregué. A ellos con gusto supliqué que me arrancaran el alma solo por no sentir la herida de sangre que en mi pecho desde aquel día aguarda…

La maté. La maté a punta de navaja. Y a dios juro que lo volvería a hacer...

¡Oh, bendita mujer!

2...  (Su rostro se ha desencajado. No da crédito a lo que está oyendo)
1No me mire así. La amo. Aun con su desprecio la sigo amando pero entiéndame, no podía… No podía soportar ver como, mientras noche tras noche yo moría de dolor rogando a dios que me dejara oír una vez más su voz, ella sólo era capaz de pensar en él.

La amo. Juro a dios que la he amado. Pero entiéndame, no podía. Simplemente, no podía…

2Pero… ¿qué clase de monstruo sois vos?
1— ¿Monstruo? No. Claro que no. Mire usted, solo soy un pobre hombre, un amante desolado. Que ni vos ni nadie podéis verlo pues solo yo sé lo que por ella siento. ¡Oh, querido amigo! No son locura ni delirios, sino amor; amor enmascarado lo que tengo (muestra su mirada fría y esa tétrica sonrisa que a dios juro que me permitiría confundirlo con el mismo diablo) ¡Oh, Bendito amor!
2¿Amor enmascarado? Joder. Maldito loco perturbado…


Releyendo textos escritos hace siglos...

No hay comentarios:

Publicar un comentario